Ava Gardner : con su propia voz
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Era inigualable. No sólo tenía los ojos más bellos que puedan admirarse y un rostro de maravillosa expresividad. Es que, además, era vital, impulsiva, dotada de un extraordinario sentido del humor y de la autocrítica. Y muy sincera, consigo misma y con los demás.
Ava murió en Londres en 1990. Tenía 68 años. Quizá fuera una muerte un tanto temprana, pero también quizá fuera su tiempo lógico: Ava había, no pasado, sino apurado su existencia en una explosión de afectos, amores, trabajo y fiestas.
Se casó tres veces -con Mickey Rooney, el clarinetista Artie Shaw y Frank Sinatra- y de sus tres maridos supo guardar un inmejorable recuerdo, a pesar de sus épicas peleas con Sinatra, el condescendiente intelectualismo de Shaw y la simpática irresponsabilidad de Rooney.
Entre sus amantes dos nombres españoles: Mario Cabré, del que no tiene una opinión piadosa, y Luis Miguel Dominguín, al que, por el contrario, profesó un imborrable afecto.
En su biografía geográfica, tres lugares: su Virginia natal, España y Londres. En España residió entre 1955 y 1968; por su carácter, se sentía muy bien en un país en el que podía vivir ‘… sin hacer nada, durmiendo… y bailando flamenco toda la noche’. ‘El animal más bello del mundo’, grotesca calificación de un publicista no muy sensato, tenía en el fondo un carácter tímido e inseguro; ese poso de inseguridad que late en esta su autobiografía hace más creíble y tierno al personaje.
La alegría de vivir, la ironía y su valioso testimonio del mundo del cine quedan por otra parte magníficamente reflejados en esta traducción de Lucía Graves, precisamente la persona que Ava había querido como su traductora a nuestro idioma.
La conocí, en el cocktail bar del Castellana Hilton con su amiga Elisabeth MacPeer y su chauffeur negro Thomas. Ya estaba alcholizada y me decepcioné como un tonto (a fool diría ella) y me lié con la MacPeer.