La Bella Otero
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Desde una vieja pensión de Niza, la voz de Carolina Otero, la Bella, recupera su pasado. Un pasado marcado por una violación, cuando, con diez años, aún se llamaba Agustina, y que ha sido tan modelado según las conveniencias del momento que ni la misma Bella Otero puede distinguir el mito de la persona.
Inventó sus orígenes, cambió su nombre por el de Carolina, incluso quedó embarazada en su imaginación. Todo ello sirvió para alimentar el deseo sexual en los hombres, la envidia en las mujeres y el escepticismo de sus rivales, que se preguntaban cuál era su encanto.
Solamente uno de sus representantes pudo mantenerla alejada de la ruleta. El resto de los hombres formaron parte del juego que más la excitó. Ganar o perder a la ruleta fue su mayor placer; derrochó el dinero de todos sus amantes, entre ellos el príncipe de Gales, Leopoldo de Bélgica, el zar Nicolás II, el káiser Guillermo, Alberto de Mónaco, Alfonso XIII, Vanderbilt, D’Annunzio o Maurice Chevalier. Pero su fortuna no fue lo único que le entregaron sus enamorados; otros siete le brindaron su propia vida suicidándose por desamor. Carolina Otero los recuerda a todos mientras se embellece para no defraudar al cortejo fúnebre que descubrirá su cadáver.
Carmen Posadas ha investigado en profundidad la vida de la Bella Otero, contrastando su testimonio con el de los que la conocieron, para concluir que cualquier parecido entre el mito y la realidad es mínimo.