Para Khaemuast, cuarto hijo de Ramses II y virtual gobernante del vasto imperio faraónico, hombre sabio y austero, el control de la administración y la vida cortesana son sino arduas obligaciones a las que se ve arrastrado por causa de la incompetencia de su padre, más interesado en la pompa y el boato que en el difícil ejercicio del poder.
Por el contrario, la verdadera pasión del príncipe es la historia, la magia y la medicina, y el motivo oculto de sus desvelos es hallar el mítico Pergamino de Thot, ‘la fuente de la vida’ para los antiguos egipcios.
Cuando, en una lóbrega tumba en la llanura de Saqqara, su sueño se hace por fin realidad, Khaemuast sucumbe a su propia arrogancia y desatiende las más elementales normas de cautela.
El castigo, inmediato y fulminante, adopta la forma de una seductora mujer, y el príncipe aprende que el precio de la inmortalidad es demasiado alto para un humano.