La Bestia
Sinopsis de La Bestia
En La Bestia, corre el año 1834 y Madrid, una pequeña ciudad que trata de abrirse paso más allá de las murallas que la rodean, sufre una terrible epidemia de cólera. Pero la peste no es lo único que aterroriza a sus habitantes: en los arrabales aparecen cadáveres desmembrados de niñas que nadie reclama. Todos los rumores apuntan a la Bestia, un ser a quien nadie ha visto pero al que todos temen.
Cuando la pequeña Clara desaparece, su hermana Lucía, junto con Donoso, un policía tuerto, y Diego, un periodista buscavidas, inician una frenética cuenta atrás para encontrar a la niña con vida. En su camino tropiezan con fray Braulio, un monje guerrillero, y con un misterioso anillo de oro con dos mazas cruzadas que todo el mundo codicia y por el que algunos están dispuestos a matar.
Sinopsis del libro, por Carmen Mola, tomada de Amazon
Premio Planeta 2021 (Autores Españoles e Iberoamericanos)
Reseña de La Bestia
Decepcionante.
La novela está bien escrita, con una prosa buena y ágil. Pero la trama, aunque en un principio parece buena, a medida que se desarrolla (y lo siento si hago un spoiler), converge en lo de siempre: sociedades secretas, carnicerías (incluidos descuartizamientos), iluminados que se creen en posesión de la verdad, políticos corruptos, enfrentamientos en el poder…
Hay una cantidad de muertos, no sólo por la epidemia de cólera, que llega a desbordar. En eso me recuerda a dos obras totalmente opuestas, una muy buena y otra muy mala.
La buena: La venganza de Don Mendo, de Pedro Muñoz Seca. Recomiendo que lo lea todo el mundo, pero, sobre todo, hay una versión cinematográfica fabulosa (1962), protagonizada por Fernando Fernán Gómez y Juanjo Menéndez. Pues eso, cuando entran en la cueva los caballeros y ven todos los cadáveres (literalmente en la obra muere hasta el apuntador), preguntan:
- ¿Qué es aquesto?
Y Moncada responde:
- ¡Un panteón!
La mala: La Hermandad de la Sábana Santa, de Julia Navarro, leída en 2004. Cometí el error de leer La Biblia de barro (siempre doy una segunda oportunidad) al año siguiente, pero no debería haberlo hecho desde el momento en que leí, en La Hermandad, una frase que incluía la siguiente joya: «… no hacía más que de llorar». Penoso. Bueno, a lo que iba, en esa novela hay tal cantidad de cadáveres que ni en la 2ª Guerra Mundial, incluido el Holocausto, sobre todo al final.
Os parecerá una tontería pero me acordé de las dos al leer La Bestia.
Como digo, la trama prometía, pero se va complicando con una multitud de giros facilones que llegan a desesperar y deseas que el libro acabe lo antes posible. También hay cantidad de malos y por mucho giro que haya, todo es bastante previsible.
Lo mejor: la ambientación (supongo, porque no conozco el Madrid de 1834) y la manera de escribir de los autores. Y, sobre todo, la protagonista: Lucía. Es la más lista de todos y lo demuestra. Una niña que se ve obligada a hacer lo que sea para mantenerse y mantener a su hermana. Un poco super heroína de más pero se perdona. La necesidad es la necesidad. La hermana, Clara, un poco tonta pero se le perdona por la edad. Parece una de esas niñas de las películas de EE.UU. a las que les dices «no hagas esto» y van y lo hacen.
Me enteré, cuando ya había comprado el libro, de quiénes se esconden tras el seudónimo de Carmen Mola. No conozco a Jorge Díaz. De Agustín Martínez he leído Monteperdido y me gustó. De Antonio Mercero, Pleamar, y me gustó mucho. Creo que, en La Bestia, se alejan bastante de su zona de confort. Les va mejor escribiendo cosas contemporáneas y, aunque la ambientación de La Bestia es buena, parece un poco hecha sobre el mapa (nombres de las calles, etc.) y un libro de historia del que se toman los datos.
Bueno, resumiendo, bastante decepcionante. No creo que se merezca el Premio Planeta, aunque, por supuesto, no he leído los otros libros que se presentaron.
Los tres escritores unificados bajo el seudónimo de Carmen Mola han dado cima con «La Bestia» a una novela histórica altamente interesante. La obra principia con ritmo trepidante y, tras algún altibajo inevitable en una extensa narración de 541 páginas y 85 capítulos, nos trasmite conocimientos y disfrute durante las cuatro partes que la constituyen. La trama se contextúa en el trágico Madrid de 1834, con el trasfondo de la primera guerra carlista y de la epidemia del cólera. Si a ello le añadimos un asesino serial psicópata y despiadado (pues desde el temprano capítulo 13 se nos revelará que La Bestia en realidad es un hombre) están dados los ingredientes para capturar al lector. El ambiente opresivo que permea la ficción se inicia mediante una descripción tremenda. Estamos en el Cerrillo del Rastro «no lejos del matadero de Madrid». En ese barrio pobre, y bajo una lluvia pertinaz, los vecinos descubren el cadáver despedazado de una niña. Un perro escuálido y hambriento muerde con desesperada avidez su cabeza cercenada, y los niños del vecindario lo ahuyentan arrojándole piedras. Según se pretende, el culpable de ese asesinato y de otros similares es «La Bestia», un animal sanguinario y semi demoníaco, o al menos eso es lo que creen los habitantes. El hilo narrativo lo conduce un relator omnisciente, pero el peso argumental gravita sobre la adolescente Lucía, que debe cargar con Clara, su hermana menor y con Cándida, su moribunda madre enferma de cólera. El otro personaje clave es el joven periodista Diego Ruiz. Este último es un individuo que nos genera empatía. Es un idealista que no duda en fingir ser médico para ingresar en el lazareto donde se apiña a los pacientes terminales del cólera. Allí visitará al desfalleciente padre de la niña desmembrada, en busca de información con la cual redactar una nota impactante sobre «La Bestia». Los capítulos que componen la primera parte se alternan, con cadencia perfecta, entre las tribulaciones de Lucía en el sórdido mundo en que sobrevive, y las andanzas del reportero Diego. Conforme advertí, el entramado, aunque es cautivante y escrito con calidad, tiene sus claroscuros. Ocurre que la crónica se desvía en varios de sus cauces, menoscabando su fuerza y su fluidez. Por ejemplo, cuando se nos obliga a seguir a Diego en su relación amorosa y adúltera con la aristocrática esposa de un ministro de la reina regente. Varias escenas de ese jaez, que no aportan al nudo argumental, lastran la acción y disminuyen la tensión extraordinaria que los capítulos iniciales nos han producido. No obstante, en líneas generales, la historia es notable. Se palpa que los autores supieron documentarse a conciencia en el plano histórico, y que poseen talento.
«La Bestia» muestra una de sus mayores virtudes, en mi opinión, en ser un thriller histórico que se lee con facilidad, al punto de que, pese a sus voluminosas 541 páginas, pude concluirlo en pocos días. La capacidad de enganche que posee se debe, entre otras razones, al hábil empleo del «cliffhanger» dentro de su estructura. La técnica del cliffhanger, o sea de un final de episodio que queda «colgado de un precipicio», implica un suspenso obtenido gracias a una frase o situación que deja al espectador ansioso por saber qué ocurrirá después. En esta obra, los tres autores que se sirven del seudónimo «Carmen Mola» utilizan, sin excederse, ese potente recurso narrativo. Tal vez el paradigma de final de episodio donde se advierte ese recurso se encuentre en el capítulo 22. Allí veremos cuando la adolescente Lucía descubre, con horror, que el cliente que se filtró de improviso en su burdel es el brutal asesino conocido como «La Bestia» («…En la habitación está el gigante de la piel quemada. –¡Qué creías, que no te iba a encontrar?…»).
A su vez, la técnica de las «vueltas de tuerca» es moneda corriente en la trama. Este otro recurso ayuda a que el capturado lector siga con deleite esa cabalgata alocada que los escritores imprimen al relato. Morirán personajes con los que el lector se había encariñado (el golfillo Eloy y el periodista Diego Ruiz entre otros). Morirá incluso bastante pronto el asesino que inspira el título del libro. Personajes que parecían nobles como Ana Castelar se descubrirá que pertenencen a la orden malévola de «Los carbonarios». Tras la investigación se sabrá que estos sediciosos son los verdaderos culpables de secuestrar a niñas púberes para sacrificarlas cuando alcanzan su primera mentruación. El argumento parece perder su credibilidad al paso de las páginas. Sin embargo, y he aquí la virtud esencial de la novela, los autores saben mantener con maestría el ritmo y la intriga.